
PARTE 1.0
¡Se cimbró la tierra…! ¡Algo está pasando…!
¡Esto no es normal!
Amodorrado, bichi y lagañoso estaba
este cuerpo flaco pero vivito… desperté a tiempo para no salir despavorido y
pelado. Incrédulo, pasmado y aún sorprendido me dirigí derechito, sin
pandearme, justo por la calle Salvatierra, justo al Malecón.
Esto sucedía quizá como una premonición, quizá como un destino inescurrible,
como un no sé qué están ocurriendo las cosas, esos reverendos caprichos de
nuestra tierra inquieta. Tenía que ser ahí merito, nada más y nada menos que en
la bien amada ciudad porteña, en la Capital de Las Californias, donde según nos cuentan, debe estar fincada
la casa blanca del hombre negro…
Una brisa corría de Sur a Norte, con un sonsonete de música vieja… clarito olí esa húmeda fragancia salobre del Mogote de La Paz, pero de entre los mangles, no nomás olía a almeja y choro… ¡nada que ver chingao! Era más bien algo del fango jediondo, a miados, a coladera… a fundillo… a sexo y otras maniacadas… era el acabose, la apocalíptica y desdichada rebelión de los muertos andantes…
rompieron los sellos de las tumbas que guardan casí todo,
además de los tristes restos mortales, ahí justo en esa penúltima morada, donde
también se reviven las buenas y grandes aventuras… las tranzas, luego las
trácalas y todo el teje y maneje, málasmañas que esas aves oscuras habían
manifestado inocentemente ¡Mira nada más los angelitos! decían no tener.
Según…
¿según? Ya no sé… pero parece anda y anda y ¡ándale! nomás dando tumbos, dando como lastima, dando
sus últimos estertores... se arrisca y
se va agarrando el abultado menudo, como venado baliado y ahora también como el Meado aquel, que dicen, bueno el pelón azul y CAnaya, dice no
se sabe si cae en marzo o en abril como la Semana Santa o como La Convención…
Fin de
la
PARTE 1.0
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