Ciudad Constitución, B. C. S.
Viernes 29 de marzo de 2019
Dirección General de Medios
Socialmediabcs
Breve historia de la
colonización agrícola del valle de Santo Domingo, durante el siglo XX
La historia la hacen los vencedores;
pero los sometidos tienen mucho qué decir
y mucho qué aportar.
Francisco Martín Moreno
En el proceso de la colonización agrícola
del valle de Santo Domingo, durante el siglo XX, cuatro han sido las etapas más
representativas. La primera, ocurrida en el período 1932-1937, cuando el
general Juan Domínguez Cota, gobernador del entonces Territorio Sur de la Baja
California, genero las condiciones para que se iniciaran los primeros cultivos
de hortalizas en los poblados de Santo Domingo y La Purísima. Acciones que no
prosperaron por la falta de comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas,
además de la poca densidad poblacional, la falta de mercados y del reducido
acceso a la tecnología conocida en ese tiempo.
Debido a las condiciones
anteriores, había ocasiones en que los habitantes de Santo Domingo, para no
perder sus cosechas, hacían trueque con los pescadores ribereños por productos
del mar. La segunda etapa ocurrió en el año de 1942, al fundarse la colonia
“Sinarquista” de María Auxiliadora, encabezada por su líder Salvador Abascal
Infante. Esta segunda etapa no prosperó por las mismas circunstancias que la
primera. Esta segunda etapa no prosperó por las mismas circunstancias que la
primera. Luego vendría una etapa y la más destacada, que inició a partir del
año 1949, cuando el gobernador del Territorio Sur de la Baja California,
general Agustín Olachea Avilés, apoyado por el gobierno federal, publicó en
varios periódicos de circulación nacional una convocatoria para invitar a todos
los mexicanos a que trabajaran la tierra en el valle de Santo Domingo. La
cuarta y última etapa está comprendida en el período 1953-1954, al fundarse la
colonia agrícola-ganadera de La Laguna, actualmente Ciudad Insurgentes. De
estas cuatro etapas sólo me referiré a la tercera, ocurrida en 1949, y que
propiciaría el auge agrícola de Comondú.
Lo hago porque soy descendiente de uno
de los promotores y posteriormente, colono fundador de la colonia
agrícola-ganadera de la Nueva California, en Buena Vista, hoy poblado Benito
Juárez García. Mi padre fue licenciado en Economía, egresado de la Escuela
Nacional de Economía, de la UNAM, quien me comentó que él y los de su
generación habían llegado a la conclusión de que no podían hacerse negocios sin
capital inicial, y que hacerlo con base en sacrificios parecía absurdo en
jóvenes estudiantes como ellos; sólo les quedaba el recurso del crédito.
Al
respecto, ellos se preguntaban quién le daría crédito a una persona o grupo de
personas para crear una empresa sin más garantía que las mejores intenciones y
el deseo vehemente de triunfar en la vida. Esa fuente de crédito, sin ofrecer a
cambio más garantía que el valor personal, fue el impulso gubernamental a la
colonización del campo mexicano: el gobierno vendía las tierras con un crédito
accesible y un banco oficial prestaba lo necesario para trabajarlas. La idea
fue germinando entre los futuros economistas, sobre todo en Pablo Patiño
Rodríguez y Luis Manuel Atamoros Rodríguez. Para 1943, en Guatemala, los
estudiantes universitarios habían quitado del poder a Ubico y elegido como
nuevo presidente al maestro Juan José Arévalo.
Varios de esos estudiantes
revolucionarios estudiarían en la Escuela Nacional de Economía, donde el
ministro de Hacienda, recién nombrado por Arévalo, estaba próximo a egresar de
Economía, quien los invitó al primer informe de gobierno de Arévalo. Mi padre
manejó la camioneta, desde la Escuela Nacional de Economía hasta Ixtepec,
Oaxaca, en una expedición que encabezaría el economista Arturo López Portillo,
en representación de la UNAM. Esta expedición entró a Chiapas en ferrocarril.
Ahí recabarían información sobre los terrenos para una posible colonización
agrícola. Además, en esos años habían publicado el libro Chiapas económico, de
Moisés T. de la Peña, donde sustentaba que Chiapas sería el futuro granero de
México, con la carretera Panamericana como valor estratégico y detonador. Pero
había un inconveniente: las mejores tierras de labranza pertenecían a civiles
alemanes y sus descendientes, y los tzotziles no tenían certeza jurídica sobre
la tenencia de las tierras ancestrales que habitaban.
A pesar de la abundante
precipitación pluvial y de la riqueza de la tierra de Chiapas, el grupo de
economistas dudó en su propósito de colonizarla, tema que sólo retomaban,
ocasionalmente, Pablo Patiño y mi padre. Un día, Patiño lo invitó a una reunión
en la oficina en la avenida Benito Juárez de Marciano Arreola, “Chanillo”, en
la ciudad de México, para afinar los conceptos sobre la colonización agrícola
de Chiapas, que se expondrían ante un grupo de personas interesadas. Después de
las primeras reuniones decidieron crear una asociación civil y establecer
cuotas con sus miembros, aun desconociendo hacia donde encaminarían sus
gestiones.
Después de la cuarta reunión, estas se realizarían en la oficina de
Alfonso Guerrero González, el ¨Güero ¨ Guerrero, según mi padre, un periodista
destacado y hombre conocido en el medio periodístico y amigo de políticos,
entre ellos el general Agustín Olachea Avilés. Cuando salían de una de las reuniones
en las oficinas de Arreola, se votó una cuota de ciento ochenta pesos ($180.00)
por socio para cubrir los gastos de la comisión que visitó La Paz, capital del
Territorio Sur de la Baja California, encabezado por Diego López Rosado, quien
a su regreso les informó de los resultados favorables de su entrevista con el
general Agustín Olachea Avilés: apoyo gubernamental, local y federal, para la
colonización en el Territorio Sur de la Baja California.
Además, los
representantes de la banca, la industria y el comercio expresaron que no los
dejarían fracasar, porque si eso ocurriera sería imposible poblar esa región en
los próximos cinco años. Sobre el contenido de este informe, en alguna ocasión
mi pare me confesó sus dudas al respecto: ¿cuál banca? ¿cuál industria? ¿y cuál
comercio? El único comercio importante en esos años era ¨La Perla de La Paz¨,
de la familia Ruffo. Desde años atrás no había actividad minera y ya había
cerrado la tenería de los hermanos Viosca.
José Atolini Aguirre, apoyado probablemente
por Manuel Arévalo Martínez, fue alguien importante en las gestiones que se
realizaron para que el presidente Miguel Alemán Valdez autorizara la
colonización agrícola del Valle de Santo Domingo. Después de ellos se
designaría a Eulogio Hernández Arredondo y a Marciano Arreola, quienes liberarían
la última batalla para elegir el sitio que se colonizaría, lo que lograron de
forma brillante: el presidente Miguel Alemán Valdez, con fecha 9 de diciembre
de 1949, firmo el decreto de colonización de 400 mil hectáreas, ubicadas en los
paralelos 24 y 26. En ese entonces único decreto en su género que señalaba como
limites los citados paralelos geográficos.
En ese tiempo la media península tenia,
como índice población, un habitante por kilómetro cuadrado. Tiempo después, mi
padre se enteraría que Luis J. Gallo Quevedo, quien deslindó los terrenos
agrícolas de la colonia Nueva California, trató de convencer a Pablo Patiño y a
Alfonso Guerrero González, de cambiar la promoción de colonización a San
Quintín, en Baja California Norte, por su proximidad con los Estados Unidos:
fuente de maquinaria, refacciones, insecticidas, fertilizantes, etcétera y
sobre todo, un mercado ya comunicado por tierra. Pero quien no estaba
equivocado fue el propio general Agustín Olachea Avilés, porque ya había planeado
y fomentado los cultivos agrícolas en Los Bledales y Las Garzas, en la ciudad
de La Paz, después en San Juan de Los Planes, a pesar de la falta de
carreteras.
Aun así, fracasó el cultivo de fresas y tomates en San Juan de Los
Planes, porque los fletes aéreos o marítimos se ¨comían¨ la fabulosa
productividad, según palabras de mi padre, de treinta toneladas por hectárea en
el cultivo de tomate. Pero ¨el entusiasta¨ Pablo Patiño, no había leído a Vilfredo
Pareto, el economista italiano del siglo XX que introdujo el modelo matemático en
la economía política: la mayor productividad de las tierras en el Valle de
Santo domingo, a 250 kilómetros por brecha, no pagaría ninguna inversión en
cultivos ordinarios: trigo, algodón, o garbanzo; quizá tomate, menta, pistache o
amaranto, que eran productos con un altísimo valor comercial, por el costo de
los fletes. Aún así, la Federación se
valió de un grupo audaz para la colonización, porque mi padre, pese a los
argumentos anteriores, también abrazó la causa y arribó al Valle de Santo
Domingo el 1 de mayo de 1949. Los primeros colonos, cuya lista se detalla en el
acta constitutiva de la primera sociedad de crédito agrícola, que se exhibe en
el museo de la ¨Casa Amarilla¨, llegaron el 12 de junio de ese mismo año a
Buena Vista.
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